El empeño y el tesón son la misma cuestión.
Estas dos palabras se relacionan con la constancia, con la permanencia estable en las cosas, con el deseo vehemente de hacer o conseguir algo.
Hay personas, que por su carácter, son más proclives a ser constantes y mantienen sus objetivos vivos y bien alimentados hasta conseguir resultados. Pero sin duda, para todos la constancia es un trabajo.
La naturaleza, además de transmitirnos su belleza y otras muchas cosas, es capaz de darnos grandes lecciones. Cuando observo un hormiguero, me admira el trabajo de todas esas pequeñas hormiguitas, que a pesar de su pequeñez, son capaces de horadar el terreno gracias a sus constantes quehaceres. No hace falta fijarse mucho para ver las sendas que trazan sus pequeños pasos y por donde ordenadamente pasan en hilera. A veces cargan, con gran esfuerzo, unos tesoros cincuenta veces más grandes que ellas, y cuando no pueden solas lo hacen en grupo. ¡Qué gran lección de vida!
La naturaleza es sabia. Nos habla sobre la importancia de poner empeño en los quehaceres diarios y no doblegarse ante ellos, aunque el camino sea largo y costoso.
El empeño en permanecer unidos a Dios y a lo suyo, en mantener su roce con ahínco, es nuestro gran objetivo. Es un reto que transforma a la persona poco a poco sin que ella sea consciente, pero los demás lo aprecian desde lejos, como terreno pisado por multitud de pequeñas hormigas.
Isa
Ludovico Einaudi. Intocable. (6:38)
