Arboles

 
“Por sus frutos les conoceréis” Mt 7, 1
 
El creativo o creador diseña o crea una obra, en ella intenta dejar lo mejor de sí mismo, pero está claro que Él no es su obra.
Cuando miro el campo, o  mejor dicho, la naturaleza en general, siempre imagino cómo será su creador, el ser que lo ha diseñado y pensado porque el mundo me parece inmensamente bello e infinito en detalles y diversidad. Me fascinan los animales, su variedad, sus diferentes peculiaridades y misterios: la fidelidad del perro;  la belleza del vuelo de las águilas; la velocidad de la liebre;  el zumbido de una mosca; las pintitas de la mariquita; la fuerza de un volcán; la verticalidad del ciprés; el canto del mirlo al amanecer; el colorido de las profundidades marinas: el silencio de los corales y los peces; las manos del hombre; el brillo del pelo… y tantas, y tantas cosas que encierran delicados detalles.
¿Cómo será el diseñador de tanta belleza y de tal variedad?
Toda la creación habla  de alguien.
Toda la naturaleza habla de su creador.
Esta vez he disfrutado el paseo por la biblia contemplando los árboles del camino. Saboreando el mensaje que está encerrado en sus formas y colores. ¡Qué variedad de colorido tiene los árboles!,  dice un amigo que es muy difícil ponerse de acuerdo en la tonalidad de los colores, porque son tantos sus matices…, y es verdad, entre los árboles podemos encontrarnos una enorme gama de colores: verde manzana, verde hierba, verde limón, verde olivo, verde pistacho, verde botella, además de poder ser grises, azulados, blanquecinos de color granate. Y si a esto añadimos  sus formas, sus flores y sus frutos, la variedad es total.
Sumado a lo anterior, en la biblia los árboles transmiten cosas, como por ejemplo el ciprés, que al ser un árbol siempre verde, simboliza la vida, es imagen alegórica de la resurrección, la permanencia, la inmortalidad, la mística; otros como el cedro del Líbano, al tener un porte majestuoso y bello, es símbolo de poder, grandeza, fortaleza  y durabilidad.  El olivo me trae dos recuerdos, el brote que llevaba la paloma después del diluvio como señal de vida,  y el huerto de los olivos donde Jesús sudó sangre y sintió el abandono de sus amigos. El sicomoro al que se subió Zaqueo para ver y ser visto por Jesús. Y el árbol que fue el madero de la cruz de Jesús
En este apartado he hecho un pequeño recorrido por estos árboles alegóricos, en unos casos, y reales en otros. Espero que os guste.
Buen paseo y un saludo,
Isa
Mahler: sinfonía nº 5 : Adagietto (8:11)
http://www.youtube.com/watch?v=__Xfqlc7GbI