MANTENERSE

 

El diccionario de la Real Academia Española tiene variados significados para la palabra MANTENER, pero en dos de ellos me quiero fijar:

  • Conservar algo en su ser, darle vigor y permanencia.
  • Sostener algo para que no caiga o se tuerza.

El reflexivo del verbo subraya aún más el significado en el que me quiero detener de esta palabra. El verbo mantenerse implica poner en marcha la voluntad para lograr al resultado final.

Con Dios debemos de mantenernos en contacto directo, lo que supone una voluntad para ello, insistencia, dedicación de tiempo y en ocasiones esfuerzo. 

En una conferencia sobre judaísmo escuchaba las cábalas de los rabinos en el estudio e investigación de las Sagradas Escrituras. Nos contaban que ellos buscan a Dios dentro de la palabra de una manera insistente. Esta investigación permanente en la búsqueda de Dios por medio de la palabra se llama midrás. Ellos están convencidos de que la palabra revelada está tan llena de contenido que toda variación de sus términos, de sus letras, de la búsqueda de las relaciones en los diferentes libros, aumenta la probabilidad de encontrar a Dios. Esta búsqueda tiene como objetivo un mayor entendimiento del mensaje de la Palabra, en definitiva la escucha de la Voz en todas sus dimensiones y posibilita el roce con Dios.

La voz de Dios comunica, es una voz que habla para la vida y en la vida. Jesús, como buen judío nos aconsejó: “Escudriñar las escrituras, ellas hablan de mí”. Buscarme en ellas, remover las hojas de la palabra, permanecer en ellas, manteneros ahí, y entonces la voz de Dios aparecerá igual que en el monte salta el corzo cuando uno menos se lo espera. 

Todas las estrategias  para lograr mantenerse  en la presencia de Dios es oración al Dios de la vida. Nuestra creatividad debe buscar cómo hacerlo de  una manera entretenida, sin hastío o aburrimiento. Conservar su presencia en nuestro ser, desear que el Espíritu sea nuestro huésped, nuestro invitado, eso es  mantenerse en oración. Si damos vigor a la relación con Dios y deseamos que su calor nos abrase el alma Mantenerse es desear su presencia, es  orar. Debemos hacer  como aquel que mantiene los prismáticos siempre colgados al cuello para poderlos usar al más mínimo indicio de movimiento, y manteniéndose atento, en un  ¡Zas!, ver el corzo saltar.

Mantenerse ante la presencia viva de Dios es como ponerse al sol, que sin querer nos calienta el cuerpo y, si nos presentamos desnudos, sin ropaje alguno,  nos dora el ser.

Isa

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