¿De qué nos ha servido nuestro orgullo? ¿Qué nos han reportado las riquezas de que presumíamos? Sabiduría 5, 8
El rastro es la huella de una presencia ya ausente.
El rastro es lo que queda después del paso, si no hay paso no existe.
Un olor, una palabra, un sueño y un sufrimiento dejan rastros. También lo bello de un paisaje, un beso a tiempo, la mirada que encontró lo escondido o la música de una presencia.
Dios deja rastros permanentes que son cristalinos para el corazón y llenan la vida. Dios deja una huella eterna que escurre por los dedos de las manos diciendo en un instante hola y adiós. Dios está en los instantes de la vida.
Isa
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