Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo. Qo 3, 1
Unas veces el tiempo vuela, pasa como una exhalación, y otras es eterno, lento en el paso del momento.
Vivimos situaciones que pasan volando, que duran poco, son momentos que cuando empiezan ya terminan. Cuando estamos disfrutando de ellos no somos conscientes del paso del tiempo, y sin embargo lo vivido se va evaporando, se va fugando como el sol en el horizonte al final del día, sin sentir, sin oír el tic-tac que lo despide. El sol marca el tiempo y la luna lo templa, la noche sumerge en lo vivido.
¡Qué rápido pasa el tiempo cuando se tiene deseo de vivirlo! A veces, antes de que pasen las cosas ya nos lamentamos de su final: momentos de amor con el amado, la visita de una hija que ya no está en casa, el plan con los amigos, los ratos de interioridad, la reunión que alimenta, y eso que tanto me gusta hacer…
Y cuántas veces nos gustaría detener el tiempo, no para poder disfrutar más del presente, sino para que algo permanezca indefinidamente en el futuro, y así, no tener que pasar por ello.
¡Qué lentas se mueven las manillas en ocasiones! Dice Jesús: «Tengo que pasar por un bautismo y ¡qué angustia hasta que se cumpla!» Lc 12, 49. Pero el tiempo es imparable para lo bueno y para lo malo, así lo quiso su creador.
El tiempo es una medida marcada por el sentimiento, pasa veloz cuando está lleno de amor, de deseo, y es lento cuando de ello escasea o se baña de dolor o sufrimiento.
Pero todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo, lo amoroso y lo tedioso. Todo enmarcado, sumergido en los avatares del vivir, y lleno de sentido si confiamos en que Dios habita con nosotros en cada uno de los momentos.
IsaUna música: The King´s Speech.- Alexandre Desplat ( 3:55)
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EL TIEMPO EN LA BIBLIA (1ª parte)