El día de hoy no nace al amanecer, sino que ya existía antes de la aurora. Ni tampoco muere al anochecer sino que se mantiene en la oscuridad de la noche.
Hoy es día y es noche. Luces y sombras. El día es actividad y la noche también.
El día de hoy puede pasar, o no, inadvertido. Y la noche de hoy siempre será un momento para estar con Dios.
Dice el salmo que durante el sueño, en esa falta de consciencia, Dios nos modela la conciencia. En nuestras manos está el día de hoy, y en las de Dios, la noche.
Nuestro hoy puede estar pintado con los colores del amanecer y con el brillo de las estrellas del universo. El momento presente puede estar lleno de vida, de respiración intensa, de miradas amorosas, de búsqueda de la belleza, de lo justo y de lo bueno, pero también puede tener oscuridades, miedos, inseguridades, desesperanza o faltas de amor. Son la luz del día y la sombra de la noche.
Todo puede pasar y todo queda registrado. Hoy nuestros ojos algo ven, pero muy poco. Nuestro corazón algo siente, pero no todo. Mientras que nuestro espíritu permanece atento, todo lo archiva sin consultar. Recoge todos los sentimientos y los guarda en nuestra alma, algunas veces tan adentro, tan profundamente, que son difíciles de olvidar, y otras tan en la superficie que el viento dejando un rastro ausente. Todo en Dios tiene sentido.
Hoy es una novedad o una continuidad.
Hoy es un silencio por escuchar o unas palabras por pronunciar.
Hoy es un vacío por llenar o un espacio para vaciar.
Hoy siempre será un momento para descubrir el amor.
Isa
_____________________________________________________________